David J. Viloria S.

David J. Viloria S.

Mi nombre es David J. Viloria S. y nací en el vibrante corazón de Caracas, hacia finales de los años 50, en el seno de una familia de profundas raíces andinas, marcadas por la humildad merideña y trujillana. Crecí como uno de seis hermanos en un hogar donde la educación y el respeto no solo eran principios fundamentales, sino también la norma cotidiana. La solidaridad y la cooperación fortalecían los lazos familiares, valores que se reflejaban en nuestra convivencia diaria en un barrio sencillo, donde aprendí las lecciones más valiosas desde una perspectiva humilde y sincera. Desde joven, mi sed de conocimiento me impulsó a formarme académicamente. Inicié mi camino profesional obteniendo el título de Técnico Superior en Electrónica, y más adelante, una Licenciatura en Administración de Empresas. Posteriormente, realicé estudios de Maestría en Administración de Empresas, quedando solo a un paso de completar mi tesis. Mi trayectoria académica se ha enriquecido a lo largo de los años con innumerables capacitaciones y cursos, tanto en Venezuela como en el extranjero, consolidando una sólida formación que ha complementado mi experiencia laboral. A lo largo de mi carrera, he desempeñado desde roles básicos hasta posiciones gerenciales en una multinacional y una destacada empresa nacional. Además, he incursionado en emprendimientos personales y en la docencia, siempre con el propósito de aportar al desarrollo profesional y humano de quienes me rodean. En lo personal, estoy casado y soy padre de tres hijos, guiando mi vida por principios en los que creo profundamente: el libre albedrío, la responsabilidad personal absoluta, el valor de "vivir y dejar vivir", la convivencia armónica entre las personas y con la naturaleza, el sentido común y la lógica. Mi pasión por el aprendizaje es insaciable; siempre busco ampliar mi entendimiento en diversas áreas para aplicar y compartir esos conocimientos con los demás. Entre las experiencias que han marcado mi vida, guardo con especial afecto dos enseñanzas fundamentales. La primera ocurrió cuando tenía cinco años: tras caer y lastimarme las rodillas, mi madre, Angélica, me ayudó a levantarme y, mientras sacudía el polvo de mis heridas, me enseñó que es posible llorar y seguir adelante al mismo tiempo. La segunda fue en 1979, el día de mi graduación como Técnico Superior Universitario (TSU), cuando mi padre, Antonio, me regaló unas palabras que aún resuenan en mí: "Mientras mayor sea tu conocimiento, mayor será tu necesidad de aprender". Estas enseñanzas han moldeado mi visión del mundo y continúan guiándome en cada paso de mi vida.

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