La doctrina destaca la emergencia de una nueva estrella en el firmamento del derecho civil al abordar la responsabilidad. Sin embargo, esta exclamación se extiende más allá, abarcando la política, el poder, las finanzas, las tecnologías y, sobre todo, la preservación de la civilización. En el mundo actual, la sociedad del riesgo nos enfrenta constantemente, agitando nuestros espíritus y llamándonos a establecer un sistema de defensa y prevención ante los peligros que nos rodean. La conciencia de que todos somos responsables unos de otros nos impulsa a rendir cuentas en una empresa común: la preservación de la humanidad.
El reciente incidente en Teherán, donde un avión de pasajeros fue derribado por un misil iraní, generando disculpas y compensaciones a las familias de las víctimas y al estado bajo cuya bandera volaba la aeronave, subraya la necesidad de evaluar y comprender plenamente el alcance de la responsabilidad. Existe un sentimiento de insatisfacción respecto a lo que tradicionalmente consideraríamos como criterios de responsabilidad internacional vigentes. Es imperativo profundizar en la búsqueda de justicia, más allá de meros actos de compensación.
Simultáneamente, es importante recordar incidentes como el de Chernobyl o el de Fukushima, cuyos efectos perniciosos apenas comienzan a ser comprendidos y evaluados en la actualidad. Estos casos plantean una serie de interrogantes cuyas respuestas requieren un enfoque racional de la responsabilidad. No hay otro camino que adentrarse en el análisis detenido y riguroso de las implicaciones de nuestras acciones y decisiones.